Hoy no quiero hablar de la dicotomía entre tristeza y alegría, no. Hoy la tristeza es la protagonista de esta historia. Hoy hace tres años que la Diosa partió. No hizo maleta alguna, tampoco cogió dinero, se fue con los recuerdos de una vida y el inmenso amor de los que la queríamos. No dejó nada, he de decir que por primera y última vez fue una egoísta.
Hoy estoy cabreada con la Diosa, creyéndose libre volvió al Olimpo. Hoy me levanté triste y enfadada; con ella, con los del Olimpo, conmigo y por ende con la vida. Recuérdenos, madre mía, no olvide que aún saboreamos su sonrisa como el café de la mañana, la nobleza de su mirada ingenua, el sufrimiento de sus últimos meses. No, no se olvide madre.
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